La llegada de los primeros becarios al nuevo Centro pro Paz en Kampala (Uganda) anuncia el comienzo de una nueva era para Rotary y el continente
Durante la última semana de febrero, en Kampala (Uganda), 15 becarios de Rotary pro Paz se reunieron en la Universidad de Makerere para la sesión inaugural del nuevo Centro pro Paz de Rotary International. Los integrantes de la primera promoción del centro representan a 11 países y hablan, además del inglés, una docena de idiomas africanos, incluidos el luganda, el suajili y el zulú. “Con diversos orígenes y, sin embargo, con un deseo compartido de alcanzar la paz en África, son el epítome de la unidad en la diversidad”, comenta Anne Nkutu, socia del Club Rotario de Kampala Naalya y coordinadora del área anfitriona del Centro pro Paz de la Universidad de Makerere.
Con una edad promedio de 40 años cuando fueron admitidos en el programa, los becarios no son pacificadores novatos, sino profesionales establecidos con un mínimo de cinco años de experiencia en el campo de la paz y el desarrollo. Llegaron a la Universidad de Makerere, sede de un programa establecido de estudios sobre la paz y los conflictos, ya trabajando en una iniciativa, o con una idea para emprender una, que promueve la paz o el cambio social dentro de su lugar de trabajo o comunidad. “Los becarios están más interesados en el aspecto práctico de la consolidación de la paz”, explica Helen Nambalirwa Nkabala, directora del centro. “Quieren ver cómo se hacen las cosas, a diferencia de nuestros estudiantes regulares que están más interesados en los aspectos teóricos. Así que los becarios salen como, y de hecho lo son, agentes de cambio".
Antes de llegar a Makerere, los becarios pro paz comenzaron sus estudios con una sesión en línea de dos semanas, la primera etapa del nuevo programa de certificado de Rotary en la consolidación de la paz, la transformación de conflictos y el desarrollo (el Centro pro Paz de la Universidad de Chulalongkorn en Bangkok, la cual anteriormente ofrecía una versión de tres meses del programa de certificado, también ha adoptado este nuevo modelo). Después de la sesión de 10 semanas en Kampala, regresarán a sus hogares para comenzar a implementar sus iniciativas de cambio social, poniéndose en contacto periódicamente con sus instructores y compañeros de estudio. A principios de 2022 regresarán a Makerere para completar el programa.
Al inicio de este año, mientras se preparaban para viajar a Kampala, la revista Rotary habló con seis de los becarios pro paz a través de Zoom y WhatsApp. Las conversaciones fueron un curso intensivo en historia y política africanas. También fueron una inspiración, ofreciendo una visión de las posibilidades del futuro de África una vez que estos becarios, y los que seguirán en los próximos años, completen sus estudios en Makerere y se dispersen por todo el continente para compartir lo aprendido.
Patience Rusare
La primera vez que Patience Rusare experimentó el tribalismo en su Zimbabue natal, estaba en primer grado. Como miembros de la tribu Shona que viven en Bulawayo —una ciudad dominada por el pueblo Ndebele— su familia no hablaba el idioma local tan bien como sus vecinos. "Respondí a una pregunta en clase, y los otros niños se rieron y me insultaron con un nombre despectivo", recuerda Rusare, ahora de 32 años. “Fui a casa y le pregunté a mis padres: ¿Hay algo malo con nosotros? Se podía ver que las tensiones venían de casa y que los niños las llevaban a la escuela”.
Veinticinco años después, Rusare es editora y periodista política de alto nivel para The Patriot, un periódico con sede en Harare. En 2013, después de años de escribir reportajes sobre negocios, cambió su enfoque. Comenzó a cubrir conflictos, tales como las crisis políticas en Lesoto y Mali en 2014 y 2015, las elecciones hostiles en Uganda en 2016 o un golpe de estado en su Zimbabue natal en 2017, a menudo rastreando problemas subyacentes desde décadas atrás para explicar la situación actual.
“La gente no estaba tomando decisiones informadas”, dice Rusare. “Y esa falta de información puede hacer que la gente se desespere y sea fácil de manipular”. A medida que escribía de manera imparcial, comenzó a ver una correlación directa entre la información en sus reportajes y la política pública. En Lesoto, comenta Rusare, la mediación de una organización intragubernamental con sede en Botsuana llamada Comunidad para el Desarrollo del África Meridional condujo a una resolución que fue influenciada por un reportaje que había escrito para The Patriot. "Siento que realmente hice un cambio positivo en el mundo" señala. “Ahora tienen algo de paz duradera en Lesoto”.
Deseo que mis hijos crezcan en un entorno en el que todas las personas se quieran, sin importar a qué grupo étnico pertenezcan. Ellos sabrán que todos somos diversos, pero todos somos uno.
Patience Rusare
En 2019, con la esperanza de aprender "los tejes y manejes de las negociaciones de paz", obtuvo una maestría en el campo de la paz, el liderazgo y la resolución de conflictos. “Me comprometí a utilizar los medios de comunicación para lograr un mundo más justo y pacífico”, comenta Rusare.
A medida que se acerca la fecha para las elecciones extraordinarias en Zimbabue, reprogramadas desde el 2020, el mismo conflicto tribal que Rusare presenció cuando era niña sigue haciendo estragos. A través de su iniciativa de cambio social, Rusare quiere cambiar el enfoque del periodismo en Zimbabue. "Tenemos que deshacernos de la idea de que «la sangre vende» y trabajar como practicantes de la paz". "Un reportaje positivo sobre la paz puede hacer que la gente compre un periódico si se trata de una historia de interés humano suficientemente buena ". Su plan es capacitar a 20 periodistas en el arte de reportar conflictos -un grupo de periodistas de etnias Ndebele y Shona que trabajan juntos- y hacer que cada uno de ellos salga y capacite a los periodistas entre su propia gente hasta que el enfoque se extienda por todo el país y más allá de sus fronteras.
“No quiero que mis hijos pasen por lo que yo pasé”, dice Rusare, de su hijos de 8 y 3 años. “Deseo que crezcan en un entorno en el que todas las personas se quieran, independientemente de los grupos étnicos a los que pertenezcan. Ellos sabrán que todos somos diversos, pero todos somos uno”.
Peter Pal
Hablar de traumas simplemente no forma parte de la personalidad de Peter Pal. Cuando habla de experiencias desgarradoras -huir de una guerra civil en su Sudán natal en 1989, ver morir a seres queridos y amigos, pasar 11 años en un campo de refugiados en Etiopía sin un objetivo más allá de la supervivencia- lo hace con una franqueza sorprendente y real. “Aprendes a vivir con ello para ser fuerte”, comenta.
Así que cuando Pal cuenta sobre el día en el año 2001 cuando dejó el campamento e inmigró a Australia, se podría pensar que él nunca miraría hacia atrás. Pero eso es un error. “Quiero dar estabilidad a Sudán del Sur y mejorar la vida de sus habitantes”, señala Pal, de 52 años. “Si tengo la oportunidad de ayudar, lo haré. Porque soy uno de ellos".
Como educador comunitario para la Comisión Electoral de Victoria en el sureste de Australia, Pal está capacitado en consolidación de la paz y diplomacia. “El proceso electoral es crítico para el buen gobierno, para elegir el liderazgo adecuado y aprender a ejercer la democracia”, dice. "La gente tiene derecho a tomar la decisión final sobre lo que es correcto para ellos". Cuando se enteró de la Beca de Rotary pro Paz, reconoció la oportunidad de utilizar sus habilidades a nivel mundial y llevar esto de vuelta a su país de origen a casi 13 000 kilómetros de distancia.
En un viaje de 2017 a Sudán del Sur, Pal se sorprendió al descubrir que las zonas rurales anteriormente sanas se habían urbanizado sin incluir las instalaciones de salud y las oportunidades educativas necesarias. El gobierno había descuidado a los pueblos pequeños por completo. Él tiene la visión de combatir esta negligencia promoviendo la paz, no simplemente la ausencia de guerras y luchas tribales internas, sino una estabilidad cotidiana donde los servicios esenciales como la atención de la salud, la comida y el agua estén disponibles. “Sin estas cosas, la gente siempre peleará entre sí”, dice Pal. “Solo cuando hay este tipo de paz tienes la oportunidad de plantar semillas de educación”.
Como parte de su iniciativa de cambio social, Pal planea ponerse en contacto con profesionales en la consolidación de la paz para explorar la resolución alternativa de disputas. Especialmente importante es la necesidad de restablecer la dignidad de las víctimas más vulnerables de la continua crisis de Sudán del Sur: las madres y los niños. “La ignorancia continúa deshumanizándolos en África”, señala Pal. “Las mujeres siguen dando a luz a niños que realmente no prosperan. Y aunque no toman parte en las disputas políticas, son ellos los que sufren cuando la gente muere en una guerra temeraria”.
A pesar de todo lo que Pal ha vivido, sigue teniendo esperanzas. ¿Y por qué no? Hace veinte años escapó de una violenta guerra civil en África, y ahora ha regresado en una misión de consolidación de la paz. “Si no somos optimistas, todos nos quedaremos atascados centrándonos en lo que está en nuestras manos en lugar de buscar alternativas que se puedan aplicar para el mejoramiento de toda la sociedad”, concluye. “No solo en Sudán del Sur, sino para África y el mundo”.
Jew Moonde
Zambia, país democrático del África meridional, no es conocido por su historial en materia de derechos de la mujer. Como explica Jew Moonde, los valores patriarcales profundamente arraigados en el país han subyugado tradicionalmente a las mujeres de diversas maneras, algunas de ellas son violentas y otras sistémicas. La discriminación de género está impregnada en la esencia de la sociedad zambiana, dice, y como resultado, cuando llega el momento de las elecciones, las voces de las mujeres no se escuchan.
“Las mujeres no han obtenido una participación equitativa en el proceso electoral”, apunta Moonde, de 50 años, gerente de paz y conflictos de la Comisión Electoral de Zambia. “Y si las mujeres no participan en el proceso político, sus quejas continuarán acumulándose. Es hora de que las mujeres tomen una posición política”.
Las recientes elecciones en Zambia se han visto empañadas por la violencia y la intimidación, lo cual parte el corazón de Moonde. Durante casi la mitad de su vida, el nativo de Lusaka ha sido consultor del Centro de Zambia para el Diálogo Interpartidario (ZCID); trabajando con esta ONG con sede en Lusaka, se dedica a construir una infraestructura para garantizar elecciones libres y justas, ya sea reuniéndose con políticos para sensibilizarlos sobre el desequilibrio de género o capacitando a las personas sobre cómo manejar conflictos en el proceso electoral. Después de dos décadas, muchas de las propuestas de reforma legal de ZCID han sido aprobadas por el parlamento.
Si quieres que el cambio llegue, empodera a las personas con el conocimiento de que tienen derecho a algo.
Jew Moonde
Pero involucrar a las mujeres en el proceso político es solo parte de la misión de Moonde. También quiere que la generación más joven participe. “La política es predominantemente para las personas mayores en Zambia”, dice Moonde, quien tiene títulos en psicología y estudios sobre la paz y los conflictos. "Los jóvenes desempleados son tanto los responsables de la violencia como sus víctimas". Para involucrarlos, el ZCID se centra en la difusión de su causa en las redes sociales y en las estaciones de radio comunitarias orientadas a los jóvenes; también ayuda a los mismos a desarrollar habilidades que algún día podrían ayudarlos a encontrar una carrera gratificante. “Si quieres que el cambio llegue, empodera a las personas con el conocimiento de que tienen derecho a algo”, explica Moonde.
Si todo va según lo planeado durante su estudios con la beca pro paz, Moonde quiere adquirir el conocimiento necesario para ayudar a transformar el ZCID en un organismo estatutario: una estructura de paz permanente que proporcione una plataforma oficial para el diálogo y la mediación en la política de Zambia. “Empiezo a escuchar hablar a los políticos y a los jóvenes, ejerciendo su derecho a la expresión”, concluye Moonde. "Nos muestra que lo que hacemos tiene un impacto en las personas. Nadie ayudará a los zambianos a menos que lo hagan ellos mismos”.
Paul Mushaho
Rotaract cuenta con más de 11 000 clubes en todo el mundo; uno de ellos se encuentra en un asentamiento de refugiados en África. Fundado en 2016 en Nakivale, un enorme campamento rural en el suroeste de Uganda donde viven alrededor de 150 000 personas en más de 75 aldeas repartidas en un área aproximadamente del tamaño de Calcuta, el club cuenta con socios de media docena de países africanos. “Nakivale es como una mini-Naciones Unidas”, dice Paul Mushaho, cofundador del club. “La gente ha huido de sus hogares a causa de la guerra y ha sufrido traumas en el camino hacia aquí”.
En 2016, Mushaho, un estudiante con títulos en sistemas de información empresarial e ingeniería informática, huyó de su República Democrática del Congo natal después de recibir amenazas de muerte de un grupo de milicias Mai-Mai. Casi tan pronto como llegó a Nakivale, Mushaho vio oportunidades para mejorar la calidad de vida de los refugiados. Dos de sus primeros proyectos fueron un servicio de transferencia de dinero y un negocio de apicultura que vendía miel. Ese segundo proyecto llamó la atención de los rotarios en Kampala.
Pronto, con la ayuda del Comité Americano de Refugiados (conocido hoy como Alight) y clubes rotarios en Uganda y Minnesota, Mushaho fundó su propio Club Rotaract en Nakivale. Sus socios han enseñado técnicas agrícolas y de albañilería, han plantado árboles, han establecido un centro comunitario para mujeres y han entregado mantas y colchones a personas que han acogido a niños huérfanos. “Yo les digo: Todo lo que les hemos dado es una muestra de agradecimiento por todo lo que hacen en la comunidad ", dice Mushaho.
Mushaho es un carismático joven de 29 años y tiene una capacidad casi sobrenatural para encontrar maneras de ayudar. Cuando vio que los adultos mayores del campamento se encontraban marginados, organizó almuerzos donde pudieran compartir sus experiencias como antiguos diplomáticos, ingenieros, maestros y médicos. Cuando se dio cuenta de que los jóvenes refugiados de diferentes nacionalidades no estaban interactuando, ayudó a organizar un torneo de fútbol. Más recientemente, el equipo de Mushaho fabricó y entregó 14 000 mascarillas y 8000 barras de jabón para frenar la propagación de la COVID-19 en Nakivale. “Veo a personas que son felices simplemente por recibir lo que se supone que deben recibir”, dice Mushaho. “Estamos dando esperanza a personas que han perdido la esperanza”.
En 2018, Mushaho fue invitado a la sede de las Naciones Unidas en África en Nairobi, donde fue honrado como una de las seis personas que recibieron el reconocimiento Gente de Acción de Rotary: Jóvenes Innovadores. “Nuestra comunidad de refugiados se dio cuenta de que nuestros desafíos locales necesitaban soluciones locales”, dijo en su discurso. “No somos mendigos; somos una generación de cambio e inspiración”.
En Makerere, Mushaho ve un reflejo de su entorno en Nakivale, donde estaba rodeado de gente innovadora y multicultural que estaba llena de ideas y energía, todos buscando formas de romper las barreras que inhibían la promoción de la paz. “La beca se alinea estrechamente con lo que estoy haciendo en el campamento”, comenta Mushaho. “Cuando regrese, sabré cómo abordar diferentes desafíos en diferentes comunidades en función de sus normas y creencias. Mis sueños y esperanzas están encantados”.
Catherine Baine-Omugisha
“Si la gente no está tranquila, nadie va a llegar a ninguna parte”, señala Catherine Baine-Omugisha. En este caso, la abogada de Kampala, de 45 años, se refiere a su especialidad legal -la mitigación de conflictos y la resolución adecuada de disputas en asuntos familiares- pero también podría estar hablando de su propio camino personal.
Con su comportamiento sereno y enfoque pragmático, Baine-Omugisha se abrió paso en el mundo del derecho dominado por los hombres en Uganda, sirviendo como magistrada, conferencista, asesora técnica en el Ministerio de Justicia y Asuntos Constitucionales, y, actualmente, como asesora legal para el sector privado en su propia firma consultora en Kampala.
A pesar de todo, su enfoque ha sido el mismo: Mantener la compostura. Escuchar, animar a los demás y buscar soluciones. Estar abierto a explorar una nueva forma de hacer las cosas. Ponerla a prueba. Si funciona, hay que adoptarla. En el año 2000, mientras se desempeñaba como magistrada en el Tribunal Superior de Masaka en el sur de Uganda, Baine-Omugisha se unió a un programa piloto llamado Chain Linked Initiative; para mejorar el acceso a la justicia penal, alentó la colaboración entre la policía, los fiscales, las prisiones, los funcionarios de libertad condicional, los organismos de bienestar social y el poder judicial. El programa funcionó tan bien que se implementó en todo el país.
No puedo cambiar la dirección de Uganda sola. Pero cada intervención que hago para cambiar la perspectiva de los ciudadanos hacia los derechos humanos es una buena contribución.
Catherine Baine-Omugisha
Ahora espera que su beca le permita aplicar ese espíritu de cooperación a mayor escala. “En Uganda, por el momento, nos enfrentamos a cuestiones como el respeto del estado de derecho, el respeto de los derechos humanos y la corrupción”, dice Baine-Omugisha. Su principal preocupación es la violencia doméstica, un problema continuo que surge de una combinación de factores: sesgos culturales y de género, dificultades económicas y falta de conocimiento sobre lo que realmente constituye violencia doméstica. Al educar a los líderes comunitarios sobre los desencadenantes y efectos de la violencia doméstica, así como su marco legal y de políticas, espera cambiar el enfoque a la prevención, en lugar de abordarlo después de que suceda.
Hay una filosofía del sur de África llamada ubuntu que dice: "Yo soy porque tú eres". Es un recordatorio de que nadie puede existir solo. Baine-Omugisha dice que la beca le ha ayudado a redescubrir el valor de ese concepto como un enfoque de paz propio, y planea ponerlo en práctica. "No puedo cambiar la dirección de Uganda sola", dice. “Pero cada intervención que hago para cambiar la perspectiva de los ciudadanos hacia los derechos humanos es una buena contribución. Si tenemos un número de personas haciendo eso, podemos lograr un cambio significativo ".
Fikiri Nzoyisenga
Mientras crecía, cada vez que Fikiri Nzoyisenga lavaba los platos, sus amigos no podían dejar de reírse: ¿Por qué lavas los platos? Eso es para mujeres. Él solo se encogía de hombros. En su casa, las tareas eran para niñas y niños, al igual que su padre y su madrastra compartían la cocina y otras tareas domésticas. “Esto no era normal”, dice Nzoyisenga. "Las cosas eran muy diferentes en mi hogar que en otros". También fue diferente de otra manera: Con su padre, un miembro del grupo mayoritario hutu, y su madrastra, una tutsi, su matrimonio estaba prohibido. "Lo hicieron de todos modos", dice su hijo, "para mostrar que no había problema con eso".
En el país firmemente patriarcal de Burundi, el ejemplo desafiante de su familia causó una gran impresión. “La forma en que fui criado por mi padre y mi madrastra dio forma a lo que me convertí”, dice Nzoyisenga, de 36 años, fundador y director ejecutivo de Semerera, una coalición juvenil con sede en Bujumbura contra la violencia de género que trabaja en tres provincias de Burundi. “Las mujeres en mi comunidad solían enfrentar muchos desafíos vinculados con nuestra cultura burundesa que consideraban a las mujeres inferiores a los hombres”, dice. "Así que quise ser defensor de los derechos de las mujeres".
Nzoyisenga sobrevivió a una infancia inestable que incluyó guerras civiles en Burundi y la República Democrática del Congo (donde vivió durante cinco años), pasó a estudiar derecho y comenzó a trabajar como voluntario para organizaciones de empoderamiento de las mujeres. Fue solo cuestión de tiempo antes de que se convirtiera en un organizador comunitario. A través de Spark MicroGrants, dirigió programas que empoderaron a casi 3000 hogares de más de dos docenas de aldeas en todo Burundi. Con Semerera, un equipo de 14 personas, ha ayudado a más de 8200 mujeres y niñas a través de iniciativas socioeconómicas, empoderamiento del liderazgo y apoyo legal gratuito a las víctimas de abuso y discriminación.
Nzoyisenga no pasa por alto otro elemento crucial para el cambio: educar a los hombres sobre las desigualdades de género. “No podemos hablar de paz sin dar a todas las personas la oportunidad de vivir con dignidad y contribuir al desarrollo de sus comunidades”, dice. “Somos parte del problema, por lo tanto, debemos ser parte de la solución”.
Después de completar su beca de Rotary, Nzoyisenga planea expandir su trabajo a dos provincias más de Burundi, donde guiará a otros jóvenes a través de campañas en torno a la cohabitación pacífica, la unión y los derechos humanos. “Mi padre me enseñó tolerancia y aceptación, y a respetar a los demás sin importar sus diferencias”, concluye. “Con el tiempo, esperamos que más hombres y mujeres en Burundi lleguen a comprender que las cosas tienen que cambiar”.
Al completar su sesión in situ de 10 semanas en la Universidad de Makerere, los becarios pro paz proporcionaron información actualizada sobre su experiencia en el nuevo centro pro paz de Rotary. O al menos lo intentaron. “No puedo explicar con palabras lo increíble que ha sido esta experiencia para mí”, dijo Rusare. “La beca me ha dado más fuerzas para continuar con mi iniciativa de cambio social sobre el periodismo de paz. El diseño finalmente está tomando forma”.
Ella elogió a sus maestros, que compartieron "experiencias prácticas que facilitaron la comprensión de muchos enfoques teóricos" para la consolidación de la paz y la resolución de conflictos. Moonde presentó una reseña detallada de esos enfoques, que incluían la enseñanza de métodos analíticos extraídos del mundo de los negocios, sesiones dirigidas por representantes del Instituto para la Economía y la Paz (una entidad colaboradora de Rotary) y una introducción a las tradiciones indígenas, como la ceremonia de Mato Oput, en la que se bebía una hierba amarga, que practicaba el pueblo Acholi de Uganda septentrional.
Aunque las restricciones impuestas por la pandemia condujeron a la cancelación de un viaje previsto a Ruanda, los becarios pro paz tuvieron muchas oportunidades de trabajar sobre el terreno, incluida la visita al asentamiento de refugiados Bidi Bidi cerca de la frontera de Uganda con Sudán del Sur y la reunión con los supervivientes de los desastrosos deslizamientos de tierra en el distrito de Bududa del país. "Estas excursiones nos permitieron tener interacciones de primera mano sobre la consolidación de la paz y la transformación de conflictos en comunidades afectadas por la migración y los desastres ambientales, así como la violencia de género", comenta Baine-Omugisha.
Conoce a los otros becarios pro paz de Makerere
Olusina Ajao
Nigeria; seguridad y gestión de crisis
Eleanor Curl
Reino Unido; apoyo psicosocial y tratamiento de traumas
Sunny Dada
Nigeria; transformación de conflictos y prevención de la violencia
Ronald Kasule
Uganda; promoción de los derechos de las personas con discapacidad y la inclusión
Pinkie Mothibedi
Botsuana; empoderamiento de la comunidad y justicia social
Stephen Sempande
Uganda; protección de la juventud y desarrollo de los servicios sociales
Thomas Sithole
Zimbabue; alfabetización mediática e informativa
Nobantu Taylor
Liberia; participación de la sociedad civil y desarrollo de aptitudes
Amina Warsame
Somalia; igualdad entre los géneros y política de derechos humanos
Los becarios también interactuaron con los rotarios locales, que trabajaron con el comité del área anfitriona del centro de paz para servir como consejeros de los recién llegados. "Les mostraron los alrededores de Kampala e invitaron a los becarios a sus hogares y clubes", dijo Nkutu. “A pesar de vivir en un país con una historia de conflictos, los rotarios no han tenido claro cómo pueden involucrarse. El centro pro paz ha generado interés en aprender sobre las diferentes formas en que los rotarios pueden promover la paz y la prevención de conflictos”.
“Esta primera promoción es muy cálida”, agregó Nambalirwa Nkabala. “Rápidamente se sintieron cómodos entre ellos. Han aprovechado sus diferencias en personalidades y culturas para el bien convirtiéndolas en un sistema de apoyo mutuo”. Esa camaradería entre los becarios pro paz los alentará a lo largo del 2021 mientras trabajan en sus iniciativas en sus países de origen. También servirá como modelo para la próxima promoción de becarios pro paz en Makerere.
"Tener un centro pro paz en la Universidad de Makerere significa mucho para África", declaró Mushaho a The Wave, el boletín mensual publicado por el Distrito 9211 (Tanzania y Uganda). “Es una gran oportunidad para que los africanos aprendan y comprendan que la paz es la base de todo desarrollo”.
A principios de 2022, los becarios regresarán a Makerere para completar el programa. Volveremos a ponernos en contacto con ellos para ver lo que han logrado y lo que les espera a Rotary y África.
TLa solicitud para las becas 2023-2024 para todos los Centros de Rotary pro Paz estará disponible en febrero de 2022. Los candidatos tendrán hasta el 15 de mayo de 2022 para presentar su solicitud completa a La Fundación Rotaria. Los distritos deben remitir a La Fundación Rotaria las solicitudes de los candidatos que decidan respaldar a más tardar el 1 de julio.